Y lo triste del asunto es que está de moda y ellos se creen que son moda, tremendo (t)error.
Definamos primero el término elegancia. No consiste en llevar lo más extrafalario que encuentres en el armario de bisabuela, válgame Dios. La elegancia va más allá de todo eso, no tiene mucho que ver con lo que llevas, si no con la forma en la que lo haces y si eres capaz de hacerlo.
No tolero que la emergente tribu urbana madrileña se atreva a mentar siquiera la palabra elegancia. Corretear por las tiendas de segunda mano (que no, que sea VIEJO no quiere decir que sea vintage) de Malasaña, ir contra el mundo, pugnar por el inconformismo hacia todas las cosas, pensar que la única música buena es la que escuchan ellos y tener una prepotencia que apenas si cabe en sus desagradables cuerpos es lo que más los caracteriza.
Fingen saber de moda por leer Vogue, Tendencias o Glamour, piensan que saber la ortografía de Chanel o de Yves Saint Laurent (o tener la foto de Avedon de Coco pegada en la pared de su cuarto al lado de un desconocido grupo de música londinense) los convierte en alguien mejor, que están por encima del resto, patético, ni podrían permitirse ni sabrían llevar un Chanel.
La prepotencia es lo más chic, creerse el centro del mundo conocido y mirar por encima de su huesudo hombro. Rebosan sus armarios de cargantes estampados de flores y de cuero que en realidad es plástico. Suelen pensar que el mundo está en su contra, no se les puede ni toser ya que se lo toman como un ataque contra su augusta persona, aunque la tos sea altamente justificada, pobres, todos los actos humanos van dirigidos contra ellos y siempre pensando en ellos; el mundo está en su contra, son unos incomprendidos. Están solos porque nadie los entiende, nadie los comprende. Fíjate que casi me dan pena, CASI
Yo, inculto provinciano, siempre he tenido entendido que unos bonitos zapatos de tacón nunca están de más, que estilizan la pierna y aportan un toque elegante a los conjuntos. Para ellos nunca es ocasión de ponérselos, son tan vulgares; viven con botas de la época de Anna Frankz, con Doctor Martens y, ah no, que no tienen nada más.
Cibeles empieza a oler a moderna. Ellos nunca lo reconocerán, eso es algo muy de la plebe, del vulgo. Sin embargo se mueren por conseguir una entrada, llegándola a mendigar de las personas a las que odian. Una vez dentro les encanta, lo adoran, es lo más, están deseando volver al día siguiente.
Yo seré un niño pijo muy SUCK que no escucha grupos londinenses, no lleva blusas de flores y pitillos ultraceñidos, pero hay ciertas cosas que sí sé. Sé cómo tengo que ir en cada ocasión y sé tener un poco de humildad, la justa.
No seremos modernas, pero sin duda, sabemos como vestir. APRENDE(D)